El mito es la forma que
adquieren las primeras experiencias
del ser humano.
El hombre se va formando a sí mismo en relación a lo otro distinto de sí. Es mediante la experiencia que el hombre hace de las cosas, de los fenómenos, de los otros y de sí mismo, como se da una forma a sí mismo.
El hombre se va formando a sí mismo en relación a lo otro distinto de sí. Es mediante la experiencia que el hombre hace de las cosas, de los fenómenos, de los otros y de sí mismo, como se da una forma a sí mismo.
El mito es un relato
mediante el cual el hombre da forma a sus primeras experiencias.
El hombre siempre ha
estado contándose, ha necesitado contarse para distanciarse de sí mismo e
intentar elaborar su experiencia “desde fuera”, observándose
críticamente.
El ser humano nace a sí mismo, para sí mismo, cuando toma distancia de todo aquello de lo que se distingue.
El ser humano nace a sí mismo, para sí mismo, cuando toma distancia de todo aquello de lo que se distingue.
El mito ha sido la
primera forma que ha adoptado la distancia del hombre ante las
cosas y los fenómenos de la naturaleza, ante el otro y ante sí mismo.
Es su ex-centricidad (su
capacidad para tomar distancia de sí mismo) lo que le ha permitido alterar
su forma de ser y de estar en el mundo. Los animales no
pueden ajustar su forma de estar en el mundo a un modelo anteriormente
representado en alguna superficie o en su imaginación. El hombre debe producir
de qué forma se ha de situar ante el mundo de las cosas y de los fenómenos y
ante sí mismo.
El mito, en cuanto
relato, ha sido siempre y en todo lugar una forma de “empalabramiento”
de la realidad.
Ahora bien, en cuanto
palabra que dice lo que hay y lo que sucede el mito dice la verdad del mundo y
del hombre mientras no se lo reconoce como tal. Para el hombre que piensa
con conciencia mítica, el mito no es un mito sino la verdad misma, aquello
sobre lo cual puede construir su vida.
Mediante el mito, la
conciencia del hombre se declara como estructura del universo desde los
orígenes. El mito está ligado al primer conocimiento que el hombre adquiere de
sí mismo y de su entorno. Más aún, es la estructura de este conocimiento.
Cuando emerge la
conciencia del hombre se afirma afirmando una dimensión nueva de lo real: la
dimensión de lo posible. La planta y el animal adhieren al mundo más o
menos estrechamente. Por el contrario, para el hombre, el vínculo de
adherencia se distiende por la elasticidad de posibilidades
indefinidas. La apertura, por la conciencia humana, a posibilidades
indefinidas entraña la disociación de lo posible y lo real,
que coincidían con escasa diferencia en el animal. En el hombre lo posible se
impone sobre lo real.
Más todavía se amplía
esta distensión de lo real por la posibilidad de abarcarlo en
su totalidad y la memoria.
La conciencia mítica es
la estructura de la distancia adquirida, de este juego entre
el hombre y el mundo.
El mito intenta arraigar
al hombre en la naturaleza de la que, por la conciencia, se ha separado.
El mito siempre es el
intento de recuperar la integridad perdida.
La etimología de mito,
del griego mythos, nos dice que esta palabra significa relato,
narración. En su sentido originario, se trata de un relato, o narración de los
orígenes de una cultura, de un pueblo. Es un relato fundante que narra el surgimiento
de acontecimientos sucedidos en un origen sin tiempo, del cual nacen los
acontecimientos cósmicos en los que se inscribe esa cultura.
Es el relato que narra
los sucesos del parto de una cultura en otro tiempo. Señalan
la entrada a la historia, el origen intemporal del tiempo. El origen es
revelado. Los seres elegidos, mediadores o encarnaciones de un orden
supranatural, reciben estos conocimientos por alguna forma de revelación. No se
aprenden, se indagan o se escudriñan, sino que los seres indicados son los
depositarios de esta verdad fundante.
En sus orígenes es un
relato oral, una recitación. Es una verdadera puesta en escena teatral de los
orígenes, en las que el auditorio, el pueblo en cuestión se conmociona, es
sacudido por la narración. En determinados tiempos (fechas especiales) se
reconstruye la obra original, se reproduce aquella narración en gestos y
acciones que constituyen el ritual.
En cuanto a las fechas,
se trata de un paréntesis en el tiempo vital de esa cultura, de un lapso fuera
del tiempo cotidiano, es un tiempo sagrado, es decir, un salir del tiempo en
cuanto historia, para asomarse a la supratemporalidad sagrada de lo eterno.
Es la repetición actuada
del relato fundante, es decir, se reproduce en un ritual. Con esta
acción que evoca en espejo, en eco el nacimiento, con ello se regenera el
origen, periódica y cíclicamente, es el inicio de otro ciclo, un renacimiento
cultural.
Finalmente, el relato
fundante se plasma en escritura, se deja testimonio escrito de este origen. Esa
escritura narrativa del relato originario, relato del relato, presenta una
metateoría, un metalenguaje, que puede encontrarse en pueblos actuales, que
viven y ritualizan sus mitos, o pueden ser mitos literarios, de pueblos que ya
no viven esos mitos en su presente.
A nivel individual tiene
su doble en el festejo de cada aniversario, cada nacimiento.
Esta puesta en escena de
los orígenes, en aquel tiempo, construye un metalenguaje en
imágenes, ordenado, estructurado, con su peculiar lógica interna, es un
metalenguaje hilado como un tejido orgánico. Su estructura lógica se plasma en
una sintaxis de imágenes, producto de la actividad de la imaginación. Pero, ¿qué es la imaginación?
Imaginación
Veamos la siguiente
noción de imaginación: “La
imaginación es una función psíquica compleja, dinámica, estructural; cuyo
trabajo consistente en producir -en sentido amplio- imágenes, puede realizarse
provocado por motivaciones de diverso orden: perceptual, mnémico, racional,
instintivo, pulsional, afectivo, etc.: consciente o inconsciente: objetivo
(entendido aquí como motivaciones de orden externo al sujeto, sean naturales o
sociales). La actividad imaginaria puede ser voluntaria o involuntaria, casual
o metódica, normal o patológica, individual o social. La historicidad es
inherente, en cuanto es una estructura procesal perteneciente a un individuo.
La imaginación puede operar volcada hacia o subordinada a procesos
eminentemente creativos, pulsionales, intelectuales, etc., o en ocasiones es
ella la dominante, y por ende, guía los otros procesos psíquicos que en estos
momentos se convierten en sus subalternos.
En general, se considera
que es posible describir los complejos movimientos de la imaginación
agrupándolos en dos modalidades: la imaginación vivida y la
imaginación en el “como
si”.
La que llamamos la imaginación
en el “como si” implica la actitud del
hombre ante el mundo. Imaginar en este sentido, es proponer
imágenes en lugar de, como si fueran el objeto. Implica la
duplicidad en cuanto desdoblamiento, inherente a lo humano; se trata de la
simulación no en el sentido del disimular sino de simular. Pongamos solamente
dos ejemplos: por ejemplo el juego del niño que hace como si una cajita fuera
un tren, el pintor hace como si los zuecos fueran unos zuecos. De
ahí hasta la duplicidad irónica, humorística del desdoblamiento en Magritte del
cuadro cuya imagen es una pipa, y cuya leyenda dice: “esto no es una pipa”.
En general, la
imaginación procede por operaciones de sustitución, desde las más
aparentemente elementales, como la sustitución ejemplificada en ciertos juegos
de los niños, a las más complejas y abstrusas operaciones de simbolización.
La acción de sustituir se
desdobla en dos momentos constituyentes. Primero. De manera explícita o no,
voluntaria o involuntaria, consciente o inconsciente, ante un elemento A,
sustituir implica negar, rechazar, abandonar, rodear, prescindir de A. Segundo,
sustituir implica la acción de afirmar, el proponer B, construir, erigir,
configurar, crear un elemento diferente, otro. Estas acciones de sístole y
diástole de la imaginación se realizan con los más diversos materiales o
asuntos. Constituyen el eje de la imaginación cuando trabaja en el registro del
“como si”. Obviamente no trataremos aquí este ámbito de la imaginación.
La que llamamos imaginación
vivida, avizora una trama compleja y directa de posibles
relaciones con y en lo real, porque se
regocija en la intimidad de una relación poética con lo que aparece. El ámbito
de la relación poética alcanza más hondamente lo real, porque la conmoción de
una relación vivida toca registros imperceptibles al rigor de la razón pura.
Así, desde la intimidad vivida el hombre es capaz de envolver en sus redes,
tejidas con los hilos de la imaginación todo lo que aparece y se le da:
exterioridad e interioridad; universalidad, particularidad y singularidad
única.
En este caso, si puede
hablarse de sustitución, lo es en un sentido sutil. Se trata aquí de la
anteposición de lo imaginado, lo soñado, al dato. El mundo imaginado es
anterior al mundo real, que primero es vivido imaginariamente, en y como imágenes.
Esta acción imaginante corresponde al hombre en el mundo, el
hombre poblando el mundo, en la inmediatez, como la piedra, la flor, el pájaro.
Es una forma muy delicada de sustitución como inversión, primero la imagen,
luego el percepto.
El hombre en el
cosmos
Imaginémonos en los
orígenes, en la irrupción de nuestra especie biológica, irguiéndonos en nuestro
universo circunscrito a la tierra delante de los ojos, transitando el mundo en
cuatro patas.
Esta especie sin más
instrumento que sus manos recientemente liberadas y su mirada al horizonte,
levanta la cabeza al cielo, y algunos elegidos de allí reciben la ley, se le
revelan el sentido y los indicios de comprensión de su habitat ahora
abierto a la inmensidad.
Esa especie, pedazo
de naturaleza, sobrevive gracias a los lazos muy fuertes con el
cosmos en que se halla inmersa; constituye un elemento más del paisaje en el
cual se integra, ligada a la tierra, el humus, al agua, al
aire y al sol. El sol, ofrece un don originario, una acción bondadosa por la
que incendia algún madero con lo cual le revela a esa especie humana naciente
su naturaleza ígnea y con ella le revela el señorío del fuego creado o robado
(Prometeo).
Ese hombre naciente
cuenta con su cuerpo nuevo y con una poderosa imaginación vivida para aprender
a desplazarse y sobrevivir. Los elementos de la naturaleza, tierra, agua, aire
y fuego lo determinan. Esos elementos son verdaderas “hormonas” de
la imaginación. Ellos
despiertan las acciones originarias de imaginar, de soñar lo circundante.
Este mundo que impacta y
sorprende por su fuerza, su regularidad, su esplendor. Así esta especie vive
el thauma (asombro) estético, que
es el thauma (asombro) originario,
primordial. Sólo después despertará al thauma (asombro) filosófico, a la
interrogación inquisidora, a la mirada escrutante, ávida de comprensión
racional.
Nos referimos a thauma
(asombro) estético en
el sentido más crudo y literal posible, asombro, maravilla ante las imágenes
sensibles del mundo, y con referencia al cual se dice:
“El mundo es bello antes de ser verdadero. El mundo es admirado antes de ser verificado”.
Toda primitividad es onirismo puro.
“El mundo es bello antes de ser verdadero. El mundo es admirado antes de ser verificado”.
Toda primitividad es onirismo puro.
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